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Encuentros Diarios
Julio 26, 2021
Dios de lo ordinario
“Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?”1
Una de las cosas maravillosas del evangelio es que Dios llama, salva y usa a las personas ordinarias para cumplir sus propósitos aquí en la tierra. Viene a personas ordinarias comos nosotros para ser parte de su plan extraordinario.
La cultura en los días de Jesús era muy diferente a la nuestra excepto, tal vez, por el racismo. En una ocasión cuando Jesús quería llegar a una villa de samaritanos con su menaje de salvación, él se detuvo junto a un pozo e hizo amistad con una samaritana. Esto definitivamente no era lo correcto par a un Judío porque los Judíos miraban con desdén a los samaritanos y no hacían negocios con ellos.
No era así Jesús. Después de pedirle de beber y una conversación casual, el dirigió la conversación a asuntos espirituales. No sólo era esta mujer una samaritana pero era una mujer había llevado una vida muy colorida. Jesús sabía exactamente qué tipo de persona era ella. Ella no era aprobada por la sociedad lo cual era obvio por el hecho de que ella bebía agua del pozo a la mitad del día. El resto de las mujeres en la villa lo hacían bajo el fresco de la tarde.
Después de la conversación casual, Jesús le dijo a la mujer, “Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá.”
“No tengo esposo”—respondió la mujer.
“Bien has dicho que no tienes esposo. Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo.”
Esa es toda una reputación aun en nuestros días, mucho más en esa sociedad.
Y aun así, esta era la mujer que Jesús eligió para ser el mensajero que llevara el mensaje del evangelio a la villa—lo cual hizo ella; y los habitantes salieron del pueblo y fueron a ver a y escuchar el mensaje de Jesús por sí mismos.
Jesús, quien respetó las impecables normas morales y los elevados ideales en relación con el matrimonio, no estaba intranquilo por el estilo de vida de esta mujer. Vio más allá de lo externo y miró su corazón. Aquí estaba una mujer que necesita la salvación y la curación y estaba dispuesta a admitir sus fallas.
Tampoco esta Dios sorprendido con usted o conmigo cuando reconocemos nuestros pecados o errores y se los llevamos a él buscando su perdón, y cuando reconocemos nuestras fallas y vamos a él buscando la curación. Y cuando hacemos esto, él no se preocupa acerca de nuestro pasado cuando se trata de utilizarnos como sus testigos.
Se sugiere al siguiente oración: “Querido Dios, gracias por aceptar a los que vienen a ti, sin importar lo que hayan hecho o no han hecho, por amarlos, aceptarlos y perdonarlos y por utilizarlos como testigos vivientes de tu gracia y poder. Gracias por escuchar y responder a mis oraciones. Te agradezco. En el nombre de Jesús, amen.”
1. Juan 4:29 (NVI).
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