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Encuentros Diarios
Enero 04, 2019
Cuestión de la forma de pensar
El apóstol Pablo, al final de su vida con dijo con toda confianza, "he peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe."1
Hay una vieja parábola que explica cómo tres hombres estaban trabajando duro cortando piedra de grandes bloques de granito. Cuando se les preguntó qué estaban haciendo, el primer hombre dijo: “Yo estoy haciendo ladrillos.” El segundo hombre dijo: “Estoy cortando piedras para los cimientos de un gran edificio,” mientras que el tercer hombre dijo: “Estoy construyendo una catedral.”
Los tres hombres eran igualmente capaces y hacían el mismo trabajo, ¿Cuál de ellos piensan que tenía el trabajo más satisfactorios? Lo que importaba era la forma de pensar de cada uno de ellos sobre el propósito del trabajo que estaba haciendo. ¡No era su aptitud lo que hizo la diferencia, era su actitud, su forma de pensar!
La actitud determina la dirección y el propósito de la vida. El propósito de un hombre podría ser el de hacer una gran cantidad de dinero, mientras que el propósito del otro puede ser el ayudar a construir la vida de la gente a quien está sirviendo. Una mujer puede ver el trabajo doméstico como una tarea onerosa, mientras que otra lo hace con alegría porque ella lo está haciendo por los que ama. Es su forma de pensar que hace la diferencia.
La razón por la que el apóstol Pablo terminó su vida victoriosamente fue porque tenía un propósito noble para su vida el cual le fue dado por Dios y había dedicado toda su vida a cumplir ese propósito. Tenía una forma de pensar que hacía la diferencia.
Si queremos terminar nuestras vidas con un sentido de realización, será nuestra manera de pensar ahora lo que va a determinar cómo terminamos.
Se sugiere la siguiente oración: “Querido Dios, por favor, ayudame a descubrir el propósito de vida que me has dado y a dedicar mi vida a servirte al amar y servir a los demás. Ayúdame a vivir en armonía con tu voluntad y, a que con tu ayuda, pueda cumplir mi propósito de vida dado por ti al vivir una vida que haga la diferencia—no sólo por un tiempo sino para la eternidad. Gracias por escuchar y responder a mi oración, con gratitud en el nombre de Jesús, Amén.”
1. 2 Timoteo 4:7
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