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Agosto 28, 2018

Rásquelos en donde les de comezón.

“La mujer samaritana le dijo [a Jesús]: ‘Tú eres un Judío y yo soy una mujer samaritana. ¿Cómo me pides de beber?" (Los Judíos no tenían tratos con los samaritanos).”1

En una ocasión Jesús y sus discípulos salieron de Judea a Galilea. Jesús quiso pasar por Samaria ya que tenía algunos “negocios” que atender allí. Cerca del mediodía Jesús estaba muy cansado, se sentó y descansó junto al pozo de Jacob. Él envió a los doce discípulos a conseguir algo de comer y, después de que se fueron, se acercó una mujer de Samaria a sacar agua del pozo.

Sin duda alguna, esta mujer fue la razón por la cual Jesús estaba allí. ¿Pero cómo podía acercarse a ella? Por un lado ella era samaritana y Jesús era un judío. En aquellos tiempos no era socialmente aceptable que un judío hablara con una samaritana. Ella también tenía algunos asuntos personales que harían ver bastante sospechoso el hecho de que Jesús fuera a hablar con ella a solas. Había vivido una vida colorida y había tenido unos pocos hombres en su tiempo. Debido a esto no era aceptada por las otras mujeres del pueblo, por lo que ella iba al pozo al medio día. Las otras mujeres iban sacar agua del pozo cuando refrescaba por las noches.

Imaginen el resultado si Jesús se hubiese acercado a esta mujer con una pregunta como ésta: “Perdone, señora, mi nombre es Jesús ¿Puedo hacerle una pregunta personal?” Y luego, sin darle una opción, preguntarle:

Si tuviera que morir esta noche, ¿dónde pasaria la eternidad?”

Hay momentos en que es correcto hacer esa pregunta, pero este no era uno de ellos. Si Jesús hubiera hecho eso, probablemente ella no habría tenido la menor idea de lo que Jesús estaba hablando y le hubiese ignorado como si fuese una especie de fanático religioso.

Pero Jesús no se le acercó con tal pregunta. Siendo sensible a las necesidades de la gente sabía que esta mujer tenía problemas. El hecho de que ella vino al pozo durante el calor del día le decía eso. Jesús sabía la clase de mujer que era y que se sentía sola y había estado buscando el amor y la aceptación de todas las maneras y los lugares equivocados. Él sabía que su necesidad más urgente era de aceptación amorosa. Y eso es lo que Jesús le dio antes de hablar de las cosas espirituales.

Los psicólogos dicen que con las vidas que tocamos nosotros construimos ya sea un puente hacia esa persona o un muro entre nosotros. Y Jesús, al ser un constructor de grandes puentes, cruzó la gran brecha social entre ella y este extranjero con simplemente preguntar, “¿Podría darme un vaso de agua por favor.”.

Este fue el comienzo de una conversación interesante. Tras un breve debate sobre el agua de vida, Jesús puso el dedo sobre el área de necesidad y los problemas de su vida. Sin juzgarla de ninguna manera Jesús le dijo que él sabía que ella estaba viviendo con un hombre que no era su marido y que ella ya había pasado por cinco maridos.

“Usted tiene que ser un profeta,” exclamó y luego ella misma desvió la conversación hacia las cosas espirituales. A continuación, se emocionó tanto que dejando su cántaro detrás, se apresuró a regresar a la ciudad y, en esencia, dijo a los hombres en su vida, “Vengan conmigo. Quiero que conozcan a un hombre que me ha dicho todo sobre mí misma con todas mis debilidades y me aceptó tal como soy. Sin juzgarme o criticarme. Él debe ser el Cristo.”2

Jesús sabía de la necesidad más profunda de esta mujer—su necesidad de sentirse aceptada—y cuando lo conoció, ella creyó en él y automáticamente se convirtió en un testigo muy entusiasta.

Ese es el tipo de testimonio que nosotros que nos llamamos cristianos, debemos ser. En otras palabras, en la mayoría de las ocasiones antes de hablarle a la gente de cosas espirituales, tenemos que ser sensibles a sus necesidades personales y “rascarles donde les de comezón” como lo hizo Jesús—y servir sus necesidades más profundas sean lo que sean.3

Se sugiere la siguiente oración: “Querido Dios, por favor ayúdame a ser sensible a las necesidades de la gente, y ser para ellos ‘como Jesús’ satisfaciéndoles en los puntos donde sientan necesidad y haz que, viendo a Jesús en mí, te quieran para sí mismos. Gracias por escuchar y responder a mi oración. En el nombre de Jesús, amén.”

1. Juan 4:9 (NVI).
2. Ver Juan 4:1-30.
3. Adaptado de Odio dar testimonio de Dick Innes, que se pueden comprar en línea en http://actscom.com/store (En Inglés solamente).

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