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Encuentros Diarios
Diciembre 17, 2018
Preguntale al Ciego; El Vio Todo
"¿Qué quieres que haga por ti?—le preguntó. Rabí, quiero ver —respondió el ciego."1
En el camino largo y polvoroso de Jericó a Jerusalén, hace unos dos mil años, iba Jesús con su banda de doce discípulos, seguidos por una gran multitud.
Probablemente ya tenían calor y estaban sudados. El polvo se les pegaba a la piel, pero como Jesús estaba en la cima de su popularidad, la gran multitud le seguía cercanamente. Hablaban sin parar. Haciendo preguntas. Buscando favores. Podían ser escuchados a una milla de distancia.
"Oye, ¿qué es todo es ruido?" el ciego Bartimeo le pregunto a su amigo mientas estaban junto al camino pidiendo limosna.
"No lo sé," respondió el amigo con un tono de confusión.
"Hay que preguntarle a alguien más," dijeron los dos.
"Es Jesús," les informo uno que iba por el camino.
"¿Quieres decir Jesús de Nazaret, el hombre quien dicen que puede sanar al enfermo y al ciego?" pregunto Bartimeo emocionadamente.
"Ese es," respondió el hombre, "y no me voy a perder la oportunidad de verle por nada."
La multitud se acercaba más y más. La emoción llenaba el aire. El ruido era intenso. "No puedo creerlo," le grito Bartimeo a su amigo. "Este es mi día de suerte. Tengo que llegar a Jesús. Yo se que él me puede sanar."
"Oye Bartimeo, allí esta," lloro el amigo, "¿pero como podrás agarrar su atención?"
"Este es el tiempo," dijo Bartimeo. "Probablemente nunca mas estaré tan cerca de Jesús jamás. Yo quiero ser sanado."
Bartimeo, buscando ser escuchado encima de la multitud, grito lo más fuerte que pudo, "¡Jesús, ten misericordia de mi! ¡Oh Señor, hijo de David, ten misericordia de mi!"
"¡Cálmate! ¡Cállate!" replicaron algunos entre la multitud a Baritmeo. "Estas haciendo el ridículo. Ay tanta gente aquí que no tienes esperanza de llegar a Jesús, ¡así que relájate y mantente callado!"
Pero Bartimeo estaba determinado llegar a Jesús. El no podía ver con sus ojos, pero podía ver con su corazón… y podía gritar. Grito aun más fuerte. Escucha su voz encima de la multitud. Sonaba como una gran trompeta. "¡Jesús, O Señor, Hijo de David, ten misericordia de mi! ¡Jesús, O Señor, Hijo de David, ten misericordia de mi!"
Y Jesús se detuvo.
Y la multitud se detuvo.
Y una gran calma vino sobre todos.
Imagínatelo. Los vientos y las olas no podían detener al Salvador. Ni tampoco turbas enfurecidas. Las multitudes de gente lo podían detener tampoco. Pero el llamado de un ciego solitario lo detuvo.
Y Jesús con su gran corazón de compasión llamo que Bartimeo fuera traído ante él. "¿Que quieres que haga para ti?" pregunto Jesús.
"Señor," respondió Bartimeo, "por favor dame mi vista."
Y Jesús lo hizo. "Ve en tu camino," dijo Jesús, "tu fe te ha sanado."
Inmediatamente Bartimeo pudo ver y siguió a Jesús por el camino.2
La mayoría de nosotros no estamos físicamente ciegos, pero muchos de nosotros sufrimos de ceguera espiritual. Si tenemos la misma determinación de Bartimeo de alcanzar al Salvador, Jesús se detendrá para nosotros también cuando clamamos a el de un corazón determinado y nuestros ojos espirituales serán abiertos.3
Oración sugerida: "Querido Dios, por favor dame la determinación tal como el ciego Bartimeo y abre los ojos de mi entendimiento para que yo conozca y entienda tu Verdad y, como resultado, ser un seguidor genuino de ti. Gracias por escuchar y contestar mi oración. Te agradezco. En el nombre de Jesús, amen."
1. Marcos 10:51 (NVI).
2. Marcos 10:46-52.
3. Adaptado de I Hate Witnessing (Odio Evangelizar) por Dick Innes. De venta en www.actscom.com/store.
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