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Encuentros Diarios
Diciembre 21, 2021
La historia de Navidad: Simeón
Ahora bien, en Jerusalén había un
hombre llamado Simeón, que era justo y devoto, y aguardaba con esperanza la redención
de Israel. El Espíritu Santo estaba con él."1
Allí estaba todos los domingos,
fiel en su puesto y esperando saludar a cada persona por su nombre. Grande o
pequeño, conocía a todos y se dirigía a ellos por su primer nombre, con
contacto visual y un firme apretón de manos. Cuando era adolescente, él era el
"Sr. Thompson" a quien veía cada domingo cuando entraba en el edificio, de pie en la puerta del
vestíbulo de la iglesia con una sonrisa lista, extendiendo su mano callosa
hacia mí. Sabía que podía contar con su saludo semana tras semana. Cuando, como
adulto, me mudé a otra ciudad y asistí a una nueva iglesia, una nueva sonrisa,
aunque gastada, me saludó durante los siguientes años. Igual de fiel en su
puesto, esperando para saludar a lo viejo y lo nuevo estaba 'Sr. Ferrin'; y al
igual que el primero, él también conocía el nombre de todos los que pasaban por
esas puertas todos los días de la iglesia.
En Belén, fue el 'Sr. Simeón'
quien semana tras semana saludó a los que entraban en el templo para adorar;
excepto que no solo estaba saludando a los que llegaban, sino que estaba
esperando fielmente que una persona especial entrara por las puertas del templo.
Simeón, que era "justo y devoto", había sido prometido por el
Espíritu Santo que vería al Mesías antes de morir. Y así, en el templo esperó a
Aquel que vendría a salvar a la gente de su pecado. ¡Y entonces sucedió! Una
mañana brillante, el Espíritu Santo lo alertó: "¡Hoy era el día!".
Fue a los patios del templo, probablemente saludando a todos a medida que
pasaba, buscando frenéticamente a su Salvador. Cuando lo vio, solo un bebé en
el abrazo de su madre, ¡Simeón fue a Él y lo tomó en sus brazos y levantó su
voz en alabanza! Durante años, Simeón había buscado en cada rostro al Mesías y
cuando finalmente conoció a Jesús, clamó a Dios: "Ahora, Señor,
despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra.”
La fidelidad de Simeón al Señor
le trajo la mayor de las bendiciones, encontrándose cara a cara con el
Salvador. Era todo lo que había esperado durante toda su vida, y permaneció
fiel y recto hasta que se cumplió la promesa del Señor a él. Los hombres que
saludaron fielmente a cada persona en las puertas de su propio templo también
se han encontrado con su Salvador cara a cara. ¡Qué honor les trajo también su
fidelidad!
Esta Navidad, al saludar a
aquellos con quienes entras en contacto, busca fielmente al Salvador en cada
rostro, ¡porque el Mesías ciertamente viene! Permanezcamos fieles en nuestros puestos.
Oración sugerida:
Querido Padre Celestial, hemos
visto y escuchado ejemplos de tus bendiciones derramadas sobre aquellos que te
son fieles, aquellos que te buscan con todo su corazón. Hoy, te pido que me
permitas buscarte entre la multitud, para encontrar oportunidades de servir a
los demás como si fueras Tu. Deja que tu Espíritu navideño fluya a través de mí
a otros para que ellos también puedan verte en mí. En el Santo Nombre de Jesús, Amén.
Lucas 2:25.
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