"Las personas
sensatas no pierden los estribos; se ganan el respeto pasando por alto las
ofensas."1Una historia cuenta que dos amigos
estaban caminando por un desierto. Durante algún momento del viaje, tuvieron
una discusión, y un amigo abofeteó al otro en la cara. El que recibió una
bofetada estaba herido, pero sin decir nada, escribió en la arena: "HOY MI
MEJOR AMIGO ME ABOFETEÓ EN LA CARA".
Siguieron caminando hasta que
encontraron un oasis donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado se
quedó atascado en el lodo y comenzó a ahogarse, pero su amigo lo salvó. Después
de recuperarse de casi ahogarse, escribió en una piedra: "HOY MI MEJOR
AMIGO ME SALVÓ LA VIDA".
El amigo que había abofeteado y salvado
a su mejor amigo le preguntó: "Después de lastimarte, escribiste en la
arena y ahora escribes en una piedra, ¿por qué?"
Él respondió: "Cuando alguien nos
lastima, debemos escribirlo en arena donde los vientos del perdón puedan
borrarlo, pero cuando alguien hace algo bueno por nosotros, debemos grabarlo en
piedra, donde el viento nunca pueda borrarlo".
Todos seremos ofendidos en un momento u
otro, y también experimentaremos sentimientos de ira. La ira es una de las
emociones que Dios nos dio, sin embargo, no debe ser nuestra primera reacción.
Se nos dice a lo largo de la Biblia, en más de una ocasión, que seamos lentos
para enojarnos como Dios es lento para enojarse. Cuando leemos del amor que
debemos mostrarnos unos a otros en 1 Corintios 13:5, se nos dice que el amor no
se enoja fácilmente, y no guarda ningún registro de errores. ¡Esto es mucho más
fácil decir que hacerlo! Nuestra naturaleza humana preferiría guardar rencor, o
tomar venganza en nuestras propias manos por los males cometidos contra
nosotros, pero cuando elegimos demostrar el amor de Dios a los demás y seguir
Su ejemplo, esta es realmente la mejor manera de testificar a los demás.
Pasar por alto los errores no significa
que hagamos la vista gorda ante las injusticias que nos rodean, o pretendamos
que el pecado no existe. Más bien significa que estamos dispuestos a perdonar a
los demás, especialmente cuando los perjudicados somos nosotros. No nos
quedamos intencionalmente en situaciones dañinas, pero oramos por el ofensor y
confiamos en que Dios intervenga, incluso si eso significa alejarnos de la
situación si es necesario. Que el amor y el perdón que hemos recibido de Dios sean
un estímulo para hacer lo mismo con los demás.
Oración sugerida: Señor, gracias por
perdonar y olvidar mis ofensas cuando te las confieso. Ayúdame a practicar el
autocontrol en cada situación y responder con amor en lugar de enojo. Gracias
por escuchar y contestar mi oración. En el nombre de Jesús, amen.
Proverbios 19:11 (NTV).