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Marzo 01, 2024

La fidelidad que da lugar al milagro

“Lleno de ira, Nabucodonosor los mandó llamar. Cuando los jóvenes se presentaron ante el rey, Nabucodonosor les dijo: Ustedes tres, ¿es verdad que no honran a mis dioses ni adoran a la estatua de oro que he mandado erigir? En cuanto escuchen la música de los instrumentos musicales, más les vale que se inclinen ante la estatua que he mandado hacer y que la adoren. De lo contrario, serán lanzados de inmediato a un horno en llamas, ¡y no habrá dios capaz de librarlos de mis manos! Sadrac, Mesac y Abednego le respondieron a Nabucodonosor: ¡No hace falta que nos defendamos ante su majestad! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de su majestad.”1

 

Nuestra fe se ve constantemente desafiada en las diversas situaciones de la vida cotidiana. Estamos llamados a ser "la sal de la tierra" y "la luz del mundo" en medio de la oscuridad que nos rodea. Este es el gran reto de la vida del creyente: vivir de manera fiel y santa en un mundo que a menudo se aleja de los caminos de Dios.

 

El pasaje de hoy narra la historia de tres jóvenes judíos que experimentaron la fidelidad de Dios de forma real. Cuando los babilonios invadieron el reino de Judá, llevaron cautivos a varios judíos sabios e inteligentes para instruirlos en las costumbres y leyes del país, y convertirlos en funcionarios del Estado. Entre ellos estaban Misael, Ananías y Azarías, a quienes, por trabajar para el rey, les cambiaron el nombre por el de Sadrac, Mesac y Abednego.

 

En una ocasión, el rey Nabucodonosor mandó construir una estatua de oro de casi treinta metros de altura para celebrar la grandeza de su reino y dio la orden de que, después de tocar una canción, todos los ciudadanos se postraran ante la estatua para adorarla.

 

Como estaba previsto, sonó la música y los alcaldes, gobernadores, hombres de todas las naciones, pueblos y lenguas que vivían allí se postraron ante la estatua. Pero Misael, Ananías y Azarías se negaron a hacerlo.

 

La actitud de estos hombres es un ejemplo para nosotros, porque como creyentes, se nos llama a resistir las presiones culturales y éticas que contradicen los principios de Dios, incluso cuando eso signifique enfrentar persecuciones y tribulaciones.

 

Los tres jóvenes fueron denunciados por su conducta y llevados ante el rey, que amenazó con arrojarlos a un enorme horno para quemarlos vivos si se negaban a obedecer. Impresionantemente, se mantuvieron firmes e incluso dijeron: "No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero, aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua" (versículos 16 al 18).

 

Nabucodonosor se enojó aún más y ordenó que el horno se calentara siete veces más de lo habitual, hasta el punto de que mató a los soldados que arrojaron a los tres jóvenes en él. Para asombro de todos, se produjo un gran milagro. Ni una sola hebra de cabello de los tres jóvenes se quemó, e incluso sus ropas permanecieron intactas. Cuando el rey miró dentro del horno, además de los jóvenes, vio a una cuarta persona caminando junto a ellos en medio del fuego. Esto produjo gran temor en el corazón del rey, lo que le llevó a alabar al Señor y a mandar destruir la estatua, así como ordenar que no se adore a ningún otro dios, sino al Dios de Israel.

 

Al igual que estos jóvenes, nuestra fidelidad a Dios puede resultar en milagros extraordinarios y fortalecer nuestro crecimiento y desarrollo espiritual. Estamos llamados a permanecer firmes en nuestra fe y adorar solo a Dios. Al hacerlo, no solo nos posicionamos bajo la misericordia y el cuidado de Dios, sino también nos convertimos en testigos de su poder y milagros en nuestra vida.

 

Oración sugerida: Amado Padre, te alabo por tu grandeza y amor, por tu cuidado y protección. Señor, ayúdame a mantenerme firme en el camino de la fe y que mi corazón anhele en todo momento adorarte solo a ti. Que mi fidelidad a ti sea un testimonio vivo para que más personas puedan adorarte y servirte. En el nombre de Jesús, Amén.

 

1. Daniel 3:13-17 (NVI).

 

El Encuentro de hoy fue escrito por: Rosina N.


 

 
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