|
Encuentros Diarios
Marzo 12, 2024
Inseparables de Cristo
“De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse a nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, pues fue sometida a la frustración, no por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios… Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.”1
En tiempos de dolor y adversidad, podemos llegar a sentir que Dios nos ha abandonado. Si él hubiera estado aquí, pensamos, ya habría hecho algo. Sin embargo, el pasaje de hoy dice que nada puede separarnos del amor de Cristo:
Ni los acontecimientos. No hay ninguna circunstancia, por muy mala que sea, que pueda apartarnos del amor de Dios. De hecho, "somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Romanos 8:37), y nuestras dificultades solo ayudarán a transformarnos a la imagen de Cristo .
Ni el tiempo. Nada de lo que hayamos experimentado en el pasado, de lo que enfrentemos hoy o de lo que encontremos en el futuro puede separarnos de Cristo. Él siempre está con nosotros (Mateo 28:20).
Ni los poderes. Ninguna entidad maligna que intente engañarnos puede ganarle al Señor, quien nos tiene firmemente en sus manos.
Ninguna cosa creada. Si Dios le llama suyo, nada ni nadie, ni siquiera usted mismo, puede romper esa relación (Romanos 8:39).
Las dificultades no son una indicación de que Dios se haya olvidado de nosotros, solo son parte de nuestra vida en este mundo. Recuerde que su Padre celestial está con usted incluso cuando no lo sienta. Él ha "grabado su nombre en la palma de su mano" (Isaías 49:16).
Oración sugerida: Amado Padre celestial, te quiero dar las gracias, porque a través de tu Palabra me recuerdas que ni los acontecimientos, ni el tiempo, ni ninguna entidad maligna, ni ninguna cosa creada me podrá separar de tu amor, gracias porque me llamas tuyo. Padre amado, quiero darte las gracias porque tú estás conmigo cada momento de mi vida, incluso cuando no lo siento, gracias porque mi nombre está grabado en la palma de tu mano. En el nombre precioso de Jesús, Amen.
1. Romanos 8:18-21, 38-39 (NVI).
El Encuentro de hoy fue escrito por: Rosina N.
|
|