|
Encuentros Diarios
Marzo 27, 2024
Problemas de abandono: ¡resueltos!
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?... todos los que buscan al Señor lo alabaran; se alegrara el corazón con gozo eterno.1
Hay una diferencia de edad de diecisiete años entre mi hermano menor y yo. Mi mamá tenía en mí una niñera incorporada y así, mi hermanito y yo nos hicimos muy cercanos. Sin embargo, un año después, cuando llegó el momento de irme de casa, a mi hermano, que se había encariñado mucho conmigo, le costó dejarme ir. Años más tarde, debido al hecho de que mi familia estaba sirviendo en una iglesia en México, decidí regresar a la casa de mis padres durante mi embarazo para recibir atención de maternidad en los Estados Unidos. Mi hermano, ya crecido, se me acercó un día y me dijo lo mucho que disfrutaba tenerme en casa de nuevo, ¡pero no estaba seguro de poder soportarlo si lo abandonaba de nuevo! Estaba bromeando, por supuesto, mientras continuaba diciéndome que había sufrido "problemas de abandono" y que todo era culpa mía.
Esta linda analogía me llevó a pensar en verdaderos "problemas de abandono", como los que nuestro Salvador enfrentó en la cruz. Mientras colgaba allí sintiéndose herido y solo, Jesús alzó los ojos al cielo y gritó a Su Padre Celestial: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Esas palabras estaban llenas de angustia ante la idea de que Él debía morir solo por la Salvación de toda la humanidad. Se sentía abandonado, desamparado; los que, hace sólo una semana, habían cantado sus alabanzas, ahora todos le daban la espalda. Incluso Dios se sentía inalcanzable.
En el Salmo 22, David también sintió la amarga angustia del abandono. Sintiendo que Dios estaba lejos de él, David exclamó: "Cada día clamo a ti, mi Dios, pero no respondes; cada noche levanto mi voz, pero no encuentro alivio". (Sal. 22:2) Pero al final del capítulo, David se da cuenta de que Dios siempre había estado allí y cambia un poco de tono. Comienza a señalar la bondad de Dios y finalmente se encuentra alabando al Dios que es Rey sobre todas las naciones. (v.28) El honesto grito de abandono de David no fue el final de la historia, así como la muerte de Jesús en la cruz no fue el final de su historia. ¡Y alabado sea el Señor por eso! Porque, al igual que mi hermano siempre puede contar conmigo, incluso cuando estoy lejos, podemos confiar en el Señor y vivir con la seguridad de que Él está siempre con nosotros. ¡Aquí no hay problemas de abandono! Se resolvieron el día en que nuestro Señor resucitó de la tumba. ¡Qué día tan glorioso!
Oración sugerida: Padre Celestial, gracias por amarme tanto que permitiste que tu Hijo diera Su vida por mí. Gracias por ser tan bueno que incluso cuando estoy lejos de Ti, Tu Espíritu siempre está conmigo. ¡Gracias por ser tan poderoso que, incluso en la muerte, te levantaste victorioso! En el nombre de Jesús, Amén.
1. Salmos 22:1a y 26b (NTV).
El Encuentro de hoy fue escrito por: Verónica B.
|
|