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Encuentros Diarios
Julio 21, 2020
El porqué del materialismo
“Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.”1
Hace muchos años Sadhu Sundar Singh (1889-1929) dijo: “Mientras que me sentaba en el banco de un río un día, tomé una piedra redonda del agua y la rompí. Estaba perfectamente seca a pesar de que había estado sumergida en el agua por siglos. Lo mismo es verdad para mucha gente en el mundo occidental. Por siglos han sido rodeados por el cristianismo; viven sumergidos en las aguas de sus beneficios. Pero aún así no ha penetrado sus corazones; no lo aman. La falla no está en el cristianismo, sino en los corazones de los hombres, que han sido endurecidos por el materialismo y el intelectualismo.”
Intelectualismo (esto no significa ser intelectual) puede ser y a menudo es una defensa en contra del hacerle frente a la realidad, y lo utilizamos como el medio para racionalizar el sistema de la creencia que deseamos y que elegimos creer. Si intelectualizamos o racionalizamos a Dios, entonces podemos engañarnos en la creencia de que somos en última instancia solamente responsables por nosotros mismos. Al obrar así endurecemos nuestros corazones contra la verdad y la realidad.
El materialismo es a menudo un síntoma de emociones enterradas, especialmente la emoción de maravillarnos. En vez de llenarnos de la maravilla y la belleza de la creación y de la naturaleza, conseguimos envolvernos en otras cosas. Como dice el refrán, en vez de amar a la gente y utilizar las cosas terminamos infelizmente amando a las cosas y utilizando a la gente. Otra manera de endurecer nuestros corazones y una manera peligrosa de vivir.
Se sugiere la siguiente oración: “Querido Dios, por favor ayúdame a ser totalmente honesto conmigo mismo y contigo y a aprender a disfrutar de la belleza de tu creación y de las cosas sencillas de la vida y así proteger mi corazón para que no se endurezca. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Te agradezco. En el nombre de Jesús, Amén.”
1. Jesús (Lucas 12:15, NVI).
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