Encuentros Diarios
Noviembre 29, 2019
Viviendo Con Exito
“La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento. El mandato del Señor es digno de confianza: da sabiduría al sencillo.”1
Leonardo da Vinci dijo en una ocasión: “La naturaleza nunca rompe sus propias reglas.” Afortunadamente para nosotros no lo hace. Si no fuera por la ley de la gravedad, por ejemplo, la tierra no se mantendría en su órbita y todos saldríamos volando hacia el espacio infinito. Si tratamos de romper las reglas de la naturaleza—tales como la ley de la gravedad, no podemos. Nos rompería o hasta nos mataría.
Existen leyes morales universales, también, sin las cuales nuestra sociedad se caería en pedazos. Si retamos estas reglas, ellas nos doblegaran, o en su lugar nosotros nos doblegaremos ante ellas. La mayoría de las reglas creadas por el hombre también son importantes. Ellas hacen posible que podamos vivir juntos. ¡Imaginen conduciendo por las carreteras de la actualidad sin tener reglas de transito!
Tambien hay reglas que gobiernan el desarrollo humano. Por ejemplo, cada niño necesita que se le nutra considerablemente, amor incondicional, que se le acepte, y se le apoye durante sus años del desarrollo. Cuando se viola esta ley, también se está violando a los niños—muchos de los cuales viene de hogares disfuncionales. Tambien hay reglas que se aplican a la salud de los adultos, su felicidad y bienestar. Retemos, ignoremos o rompamos estas reglas y nos quebrantaremos a nosotros mismo.
Dios Tambien nos ha dado reglas espirituales … no son para quitarnos nuestro gozo o libertad, pero para darnos una vida completa así como una vida eterna. El retar estas leyes significa nuestra destrucción eterna.
Nosotros seguimos estas leyes no porque seamos legalistas y tengamos que obedecerlas, pero porque queremos y elegimos el obedecerlas porque sabemos que lo necesitamos hacer por nuestro propio bienestar y el de nuestros seres queridos. Como lo escribió el salmista, “La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento. El mandato del Señor es digno de confianza: da sabiduría al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos: traen alegría al corazón. El mandamiento del Señor es claro: da luz a los ojos. El temor del Señor es puro: permanece para siempre. Las sentencias del Señor son verdaderas: todas ellas son justas. Son más deseables que el oro, más que mucho oro refinado; son más dulces que la miel, la miel que destila del panal. Por ellas queda advertido tu siervo; quien las obedece recibe una gran recompensa.”2
Se sugiere la siguiente oración: “Querido Dios, por favor ayúdame a comprender que todas tus reglas son para mi propio bienestar—tanto para esta vida como para la vida que viene. Dame el sentido común y el valor para siempre vivir en armonio con tus reglas para que así pueda vivir en armonía conmigo mismo, los demás y contigo. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Te agradezco. En el nombre de Jesús, amén.”
1. Salmos 19:7.
2. Salmos 19:7–11.
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