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Encuentros Diarios
Junio 19, 2018
Atrévanse a ser honestos - Primera parte
“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.”1
Hubo una época en mi vida cuando pensé que para ser aceptado, yo tenía que ser fuerte, fuerte como la roca de Gibraltar. Deja que la rabia de las tormentas, el golpe de los relámpagos, la ráfaga de los vientos, y los mares golpeen violentamente contra ella, y allí está parada, sólida y segura.
Para mí, el miedo era debilidad y la cólera era mala, así que como hombre uno nunca muestra estas emociones, y, ciertamente nunca llora o demuestra sus sentimientos lastimados. A través de años de práctica, aprendí a ocultar muchas de mis emociones, a poner en un frente valiente, y fingir ser exteriormente quien no era en lo interior.
El problema con ser una roca, sin embargo, es que las rocas no tienen sensaciones. Ellas no son reales y no te puedes relacionar con ellas. Tampoco lo podía hacer yo. Como el primer hombre, Adán, quien le temió al rechazo, "Yo, también estaba asustado, así que me oculté en mí mismo." Es decir, oculté el verdadero yo.
Uno de los serios efectos secundarios de negar y de ocultar nuestras emociones es que las depositamos en nuestro banco de memoria inconsciente en donde acumulan un interés malsano. El resultado es que o nos aislamos o estamos a la defensiva, delicados, hostiles, sin emociones, fríos y distantes, o deprimidos. Sonreímos cuando estamos enojados y reímos cuando somos tristes, y así sucesivamente.
O sacamos estas emociones tan reprimidas teniendo un comportamiento destructivo o enfermedades físicas. Por ejemplo, la ciencia médica nos recuerda que las emociones sin resolver tales como miedo, dolor, envidia, resentimiento y odio son responsables de muchas de nuestras enfermedades. Las estimaciones varían a partir del 60 por ciento a casi 100 por ciento.2 Esta es una buena razón por la que la biblia nos enseña a ser abiertos y honestos y a ocuparnos de las emociones negativas " antes de que el sol se ponga”; es decir, lo más rápidamente posible.
¡Qué bien es esto! En el lado positivo, sin embargo, cuando aprendí a estar en contacto con esas sensaciones tan profundamente enterradas de la pena y llorar de nuevo, me curé de la miserable fiebre de heno. Me pregunto ¿Adónde van nuestras lagrimas cuando las reprimimos? Y cuando pude entrar en contacto con años de una cólera enterrada y aprendí a expresarla en forma creativa, me curé de bursitis dolorosa en ambos hombros. El hecho es que simplemente nosotros no podemos mejorar las reglas de Dios para las relaciones y para la vida sana
Además, hasta que aprenda a llorar con todo mi corazón, nunca podré amar con todo mi corazón. ¡Esto es porque las paredes que he puesto alrededor de mi corazón para bloquear las emociones dolorosas, también bloquean mis sentimientos de amor!
¡El desafío de Dios para cada uno de nosotros es el de atreverse a ser honestos! El resultado pagará con grandes dividendos—¡para esta vida y la siguiente!
Continuará....
Se sugiere la siguiente oración: “Querido Dios, gracias de nuevo por tu palabra que me enseña a vivir una vida sana para que pueda encontrar la paz interior, mejorar mi salud y la felicidad eterna. Por favor ayúdame a vivir de esa manera. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Te agradezco. En el nombre de Jesucristo, Amén.”
1. Efesios 4:15.
2. S. I. McMillan, None of These Diseases, Marshall, Morgan y Scott, 1966, página 7.
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