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Encuentros Diarios
Julio 02, 2020
Tigres en la oscuridad
“Desde mi angustia clamé al Señor, y él respondió dándome libertad. El Señor está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal? El Señor está conmigo, él es mi ayuda; ¡ya veré por los suelos a los que me odian!”1
Recientemente leí como un muy conocido programa de circo por televisión creó un acto con un tigre de Bengala el cual se realizaba en vivo en frente de una gran audiencia. Una tarde, el entrenador del tigre entró a la jaula junto con varios tigres para realizar la rutina. La puerta se cerraba detrás de él. Los reflectores iluminaron la jaula, las cámaras de televisión se acercaron, y los espectadores observaron en suspenso como el entrenador adiestradamente puso a trabajar a los tigres.
A mitad del programa, lo peor que pudiese pasar en el acto sucedió: se fue la luz. Por treinta largos segundos el entrenador estuvo encerrado con los tigres. En la oscuridad ellos lo podían ver, pero él no podía verlos a ellos. El látigo y la silla parecían una protección insuficiente bajo las circunstancias. Pero él sobrevivió, y cuando las luces regresaron, él tranquilamente termino su presentación.
En una entrevista un poco después, se le preguntó cómo es que se sintió sabiendo que los tigres lo podían ver pero él no podía verlos. Al principio admitió que la situación le dio escalofríos, pero también indicó que los tigres no sabían que él no podía verlos. El continuó diciendo, “Seguí azotando el látigo y hablándoles hasta que regresó la luz. Y ellos nunca supieron que yo no podía verlos tan bien como ellos me miraban a mi.”2
¿Algunas veces se siente atrapado en la oscuridad con los “tigres de su corazón” o las circunstancias que parecen estar fuera de su control? Yo si lo he estado. En situaciones como estas hago dos cosas. Primero, repito constantemente la escritura del día de hoy “El Señor está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal? Estoy seguro de que David repitió estas palabras cuando Saúl lo buscaba para matarle—y David no podía saber en dónde estaba la mayor parte del tiempo. En segundo lugar, le pido a Dios que me confronte con la verdad y la realidad de lo que yo pueda en alguna forma estar contribuyendo a la situación en la que estoy.
No es sino hasta que oró por lo que estoy contribuyendo a mis oscuras noches de desesperación que empiezo a ver la luz—y sé exactamente lo que necesito hacer para cambiar mis circunstancias en donde sea posible, o por lo menos vencer a los tigres de mis miedos.
Se sugiere la siguiente oración: “Querido Dios, gracias porque mi vida está en tus manos y porque tú estás siempre conmigo en mis días oscuros de desesperación así como lo estás en mis días de felicidad y regocijo. Gracias también por tu promesa de que nunca me dejaras ni me abandonaras. Ayúdame a siempre recordar esto, y a confiar mi vida en tus manos y a estar dispuesto a hacerle frente a lo que yo estoy contribuyendo a mi situación, cambiar lo que pueda cambiar, a aprender a aceptar felizmente lo que no pueda cambiar. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Te agradezco. En el nombre de Jesucristo, Amén.”
1. Salmo 118:5-7 (NVI).
2. Thomas Lane Butts, citado en KneEmail, http://www.oakhillcoc.org/.
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