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Encuentros Diarios
Julio 17, 2020
Convicción contra Compulsión
“Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.”1
En mis días de juventud sinceramente deseé obedecer a Dios y hacer su voluntad pero estaba confundido sobre cómo hacer su voluntad.
Pasé con una época en que sentía que la “pequeña voz dentro de mi cabeza” era Dios que me hablaba, lo que yo interpreté como convicción. Pero estaba equivocado. Era una compulsión.
Obviamente, puede ser difícil discernir entre una convicción y una compulsión. Quiero comparar la diferencia entre las dos como el comparar la lujuria con el amor. La lujuria puede parecer amor, oler como amor, y sentirse como amor—pero está a un mundo de distancia del amor. El amor puede esperar. La lujuria no puede. El amor da. La lujuria quita. El amor es un activador y un motivador de personas. La lujuria es un mentiroso y un destructor de personas.
Y así es con las compulsiones; pueden ser de dentro de nosotros mismos, o del temperamento. Por ejemplo, si el diablo sabe que él no puede tirar de nosotros y llevarnos a una vida de pecado, de sexo ilícito, de alcohol y cosas similares, él intentará llevarnos sobre el límite y, como dice el viejo refrán, nosotros nos obsesionamos tanto con lo divino que llegamos a un punto en el que no somos de ningún uso terrenal.
Ya sea que vengan del diablo o de nosotros mismo, las compulsiones son deshonestas y destructivas—y nunca vienen de Dios—nunca. Porque “donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”2—siempre. Pero donde está el espíritu de la compulsión allí hay ataduras. Una convicción es cuando uno se siente atraído a seguir pero uno siempre tiene la libertad de no hacerlo. Con la coerción, uno va y se siente obligado a hacerlo—es esa pequeña voz dentro de su cabeza que le dice, “tú tienes que hacerlo. Tú tienes que hacerlo. Tú tienes que hacerlo—o algo malo pasara si no lo haces.” Llevar las cosas al extremo puede llevar a la persona - y a quienes viven con ella— “a la locura.”
Debido a las compulsiones, algunos cristianos hacen algunas cosas locas en nombre del Señor. Es verdad, algunas veces Dios desea que las personas hagan cosas inusuales, pero nunca cosas extrañas. Por ejemplo, si en mi juventud, la “pequeña voz dentro de mi cabeza” me hubiese dicho que me parara de cabeza, me hubiera sentido obligado a hacerlo. Dudo que lo hubiera hecho, pero me habría sentido culpable por no haberlo hecho. Necesitamos recordar que la palabra de Dios dice, “pero hágase todo decentemente y con orden.”3 Ese es un sabio consejo a seguir. Dios también nos ha dado una cabeza además de un corazón y necesitamos utilizarlos a ambos.
Se sugiere la siguiente oración: “Querido Dios, por favor dame la claridad para saber la diferencia entre la convicción y la compulsión, la sabiduría para rechazar la compulsión y el valor para seguir las convicciones que vienen de tu Espíritu. Gracias por escuchar y responder a mi oración. De todo corazón en el nombre de Jesús, Amén.”
1. 2 Corintios 3:17.
2. Igual.
3. 1 Corintios 14:40.
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