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Encuentros Diarios
Junio 16, 2017
Sanando las heridas de la vida 1ra parte
"Cuando Jesús lo vio allí, tirado en el suelo, y se enteró de que ya tenía mucho tiempo de estar así, le preguntó: — '¿Quieres quedar sano?'"1
Cuando conocí a Jennifer por primera vez en un seminario que yo estaba dirigiendo, ella estaba muy aislada y su cara, aparte de unos ojos tristes, no tenía expresión. Ella dijo muy poco ese día pero su lenguaje corporal hablaba volúmenes. No tomó mucho comprender que ella sufría de una pena — una pena muy profunda.
Estaba muy ocupado y no pensé más en Jennifer hasta semanas después cuando ella apareció a cientos de kilómetros de distancia en otro taller de consejería aun más intenso y de una semana de duración. Aquí se desarrollo su historia.
Jennifer estaba a un punto de la ruptura. Ella tenía un hijo pequeño y estaba a punto de darle en adopción. Ella nos dijo que tenía tanto miedo a que la tocaran que no podía soportar que su propio hijo le abrazara. No fue ninguna sorpresa el aprender que Jennifer fue víctima de una violación — fue violada en repetidas ocasiones. De hecho, su hijo fue el resultado de una violación. Este terrible abuso comenzo cuando ella era muy joven y la dejó paralizada con miedo.
Como un león que en la selva acecha sobre animales heridos, los hombres que abusaron de ella vieron en Jennifer a una presa fácil y ella había sido violada durante gran parte de sus 40 años. Ella fue a nuestra semana de asesoría como una última esperanza. Ya que nada más había trabajado, ella determinó que si no encontraba ayuda aquí, ella se iba a suicidar.
Afortunadamente, Jennifer encontró un lugar donde se sentía segura para compartir su historia y expresar las emociones increíblemente dolorosas que habían sido guardadas muy dentro, ya que ella fue violada repetidamente cuando era solamente una niña pequeña y también en su adolescencia. Una y otra vez ella había sido utilizada y humillada. Ella se sentía fea, sucia, sin amor y despreciada.
Para poder sanar Jennifer necesitaba compartir no sólo lo que le había sucedido (cuando otros pecaron en contra de ella), sino también todas las heridas, vergüenza, ira (furia) y terror que sentía. A pesar de que sus dolorosas emociones estaban justificadas por el horrible maltrato que ella había sufrido, Jennifer había vuelto estas emociones en contra de ella misma, y estas le estaban destruyendo.
Continuará. . .
Se sugiere la siguiente oración: "Querido Dios, por favor ayúdame a estar disponible para las personas que están sufriendo, dame el don de saber escuchar, un corazón compasivo, y un espíritu de aceptación para que aquellos que necesiten compartir sus sufrimientos se sientan seguros de hacerlo conmigo. Y por favor úsame para ser un 'sanador de heridas.' Gracias por escuchar y responder a mi oración. Te agradezco. En el nombre de Jesús, Amén."
1. Juan 5:6 (NVI).
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