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La Historia de Un Amor más Increíble
Página Dos


Algunas veces falsamente vemos al pecado sólo como actos específicamente a los que Dios se opone. Pero el pecado es mucho más que eso. Tendemos a mirar solamente a los actos externos, pero Dios mira también al corazón. E l se preocupa tanto por los pecados del espíritu—orgullo, celos, deseo, ambición, envidia, odio, motivos falsos, emociones deshonestas, resentimientos y otras emociones súper- cargadas de negativismo (incluyendo las que hemos reprimido y consecuentemente negado)—como lo hace con cosas tales como asesinar, violar y robar. En realidad, muchos de nuestros pecados externos son síntomas de nuestros pecados internos, los cuales son igualmente o más destructivos que los que podemos ver.

En su excelente libro, El Arte de Comprenderse a Sí Mismo, el Dr. Cecil Osborne escribe, “Es extremadamente inocente pensar en el pecado simplemente como un acto aislado—una mentira, un robo, inmoralidad, deshonestidad, etcétera—ya que el pecado es todo lo que es menos que la perfección. Es rechazar a Dios—‘estar cortos’ de la perfección que Dios desea para nosotros. El pecado es fracasar complatemente, no es simplemente cometer un acto mal intencionado. Es el tener relaciones y actitudes dañinas. El pecado es no ser perfecto. Es el tener emociones mixtas. El pecado es la inteligente racionalización por la cual buscamos escapar para no enfrentarnos a nosotros mismos. Puede consistir en responder a un grupo de ‘deberes’ moralmente rígidos en vez de obedecer al espíritu de Dios en cual vive en nosotros,” y después sentirnos muy rectos acerca de nuestra piadosa actitud y comportamiento.

El pecado es nuestra dañada condición interna y resulta en actos equivocados o pecaminosos. Nuestra naturaleza pecaminosa contamina todo lo hacemos. No sólo se muestra en actos externos, pero también tuerce nuestros motivos y daña nuestras emociones. Está detrás de cada hogar destruido, cada vida vacía, cada pena y dolor. La enfermedad del pecado debilita a las naciones, produce sociedades enfermas, y causa sufrimiento físico, mental y espiritual. Es la causa de que hombres y naciones peleen, maten y destruyan. Y como la Biblia lo dice, la paga del pecado es muerte.4

Dios está en contra de todo lo
que es destructivo para nosotros.

Debemos comprender que Dios no se opone ni se ofende cuando quebramos sus mandamientos porque no le gusta, sino primariamente por el daño que nos causa a nostoros mismos. Como el Señor Osborne también dice, “El adulterio (o cualquier otro pecado) no es malo porque este prohibido por los Diez Mandamientos; está prohibido por los Diez Mandamientos porque es destructivo para la personalidad del ser humana. Dios está en contra de todo lo que es destructivo a nosotros. Su amor por nosotros es tan grande que no quiere ver que nos destruyamos y por esto Dios sufre también. El sufrimiento que Dios sufre que es simbolizado en la cruz. Nosotros sufrimos por nuestros pecados. Cristo sufrió porque los pecaods nos hace sufrir. Su sufrimiento se convierte en nuestra redención cuando confesamos los pecados con verdadera contrición.”

Porque Cristo mismo estaba sin pecado, sólo él podía morir para pagar la pena y salvarlos de nuestros pecados. Sencillamente no podemos salvarnos a nosotros mismos. No importa que tan buenos (o malos) seamos, todos estamos afectados por la misma enfermedad terminal por el pecado y solo Jesucristo puede proveer el perdón.

Leí la historia de un niño que estaba ahogándose, y que trataba desesperadamente de salvarse a sí mismo. En la orilla su madre desesperadamente le pedía a un hombre que salvara a su hijo, pero el hombre no hizo movimiento alguno. Cuando el niño ya cansado dejo de luchar para salvarse, el hombre saltó en la corriente y lo rescató.

“¿Porque no salvaste a mi hijo antes?” Le preguntó la madre.

“No podía mientras que él luchaba,” replicó el hombre. “El nos hubiese arrastrado a los dos a la muerte. Cuando él dejo de luchar para salvarse a sí mismo, fue fácil rescatarlo.”

Nosotros, también, debemos dejar de luchar para salvarnos a nosotros mismos de nuestros pecados. Sólo Cristo puede hacer eso. Al confesarle nuestros pecados y agradecerle el haber muerto en la cruz por nosotros, él nos da su perdón y el regalo de la vida eterna. ¿Porque no ora para pedir a Cristo que haga esto por usted ahora mismo? Para ayudale hacer esto oprima en el botón LA INVITACIÓN DE DIOS PARA TI en la parte de abajo.


1. San Juan 15:13.   2. San Marcos 15:34.   3. San Lucas 23:34.   4. Romanos 6:23.

Derechos © reservados por Ricardo Innés

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