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Encuentros Diarios
Mayo 15, 2014
Dios de lo Ordinario
Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?â€1
La cultura en los dÃas de Jesús era bastante diferente a la nuestro excepto, tal vez, por el racismo. En una ocasión cuando Jesús querÃa llegar a la villa de unos Samaritanos con su mensaje de salvación, se detuvo junto a un pozo e hizo amistad con una mujer de samaritana. Esto definitivamente no era aceptable para un judÃo porque los judÃos no hacÃan transacciones con los Samaritanos.
Pero no asà Jesús. Después de pedirle a la mujer algo de tomar y una conversación casual él dirigió la conversación hacia asuntos espirituales. No sólo era ésta mujer una Samaritana pero una que habÃa vivido una vida muy interesante y Jesús sabÃa exactamente qué tipo de persona era ella. Ella no era aceptada por la sociedad, lo cual era obvio por el hecho de que ella sacaba agua del pozo durante el mediodÃa. El resto de las mujeres en la villa lo hacÃan al atardecer.
Jesús le dijo a la mujer, “Ve por tu marido y tráelo contigo.â€
Ella contestó, “No tengo maridoâ€
“! Lo sé†respondió Jesús, has tenido cinco y el hombre con quien estás ahora no es tu marido!â€
Esa no serÃa una muy buena reputación aún en nuestros dÃas, mucho menos en esa sociedad.
Y aún asÃ, ésta era la mujer que Jesús eligió para llevar el mensaje del evangelio a la villa—lo cual ella hizo—y la gente fue por si misma a ver y escuchar a Jesús. ¿Cuántos de nosotros tratarÃamos a una mujer como ella de esa manera?
Jesús quien mantenÃa unos estándares morales altÃsimos y fuertes ideas con respecto al matrimonio no estaba sorprendido con el estilo de vida de ésta mujer. El miró más allá de lo externo y miro en su corazón. Aquà estaba una mujer que necesitaba la salvación y estaba dispuesta a aceptarlo.
Tampoco se sorprende Dios cuando nosotros estamos dispuestos a admitir nuestras necesidades, pecados y faltas y se las llevamos a él para que nos de su perdón—ni cuando reconocemos que estamos mal y venimos a él para que nos sane y nos libere.
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mÃo, gracias por quererme y aceptarme como soy. Por favor ayúdame a sanar mis heridas y ayúdame a amar y aceptar a los demás como tú me amas y aceptas. Gracias por escuchar y responder a mi oración. De todo corazón en el nombre de Jesús, amén.â€
1. San Juan 4:29 (NIV).
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