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Encuentros Diarios
Octubre 03, 2014
Crisis de la Edad Media
Todo empezĂł a suceder poco despuĂ©s de que cumpliera 50 años. Hasta entonces Bill habĂa sido siempre fiable, de confianza, un hombre exitoso de negocios, un buen marido, padre y proveedor.
Al principio, saliĂł y se compro ropa que era más bien para un hombre de veinte años, cambio su estilo de peinado, se tiño las canas, y cambio su auto familiar por un auto deportivo. Dijo que ya no le gustaba su trabajo—trabajo que Ă©l siempre habĂa disfrutado. Estaba deprimido, empezĂł a tomar más con los “muchachos,” a llegar tarde a casa del trabajo más seguido y se quejaba con su esposa de que se estaban distanciando. Él le dijo que necesita su espacio para pensar e “insinuó” el divorcio.
Bill está experimentando algo por lo que muchos hombres de su edad pasan. Está pasando por una crisis de la edad media. Al mirar atrás sobre su vida y al poder ver el final a simple vista, el empezĂł a preguntarse si habĂa logrado algo significativo en su vida. El Ă©xito en los negocios y en lo financiero, con todas las posesiones materiales por las que habĂa trabajado duramente, lo habĂan dejado sintiĂ©ndose vacio e insatisfecho. Ahora se preocupa sobre el futuro y se ha convencido a sĂ mismo que sĂłlo habrá más de lo mismo – Âżsin final?
Al menos de que Bill se dĂ© cuenta de lo que está experimentando y busque ayuda con un consejero, en vez de seguir actuando sus fantasĂas, Ă©l causará serios problemas a su familia y posiblemente el desastre para Ă©l mismo.
Entre más pronto nosotros los hombres aprendamos que el significado es mucho más importante de lo que el mundo Occidental ha definido para nosotros como el Ă©xito y que el propĂłsito es de mucho más valor que las posesiones, estaremos mejor y más sanos por el resto de nuestras vidas – fĂsica, emocional, y espiritualmente asĂ como en nuestras relaciones.
Al llegar al final del viaje de nuestras vidas, si deseamos tener una idea de lo que hemos contribuido al mejoramiento de la humanidad en alguna forma pequeña, es imperativo que descubramos el propósito de Dios para nuestras vidas (que será el servir a los demás de una forma u otra) y dedicar el resto de nuestras vidas a cumplir ese propósito.
Y por cierto, nunca estaremos lo suficientemente viejos para no iniciar el viaje.
Como la Palabra de Dios nos lo recuerda, “¡Tengan cuidado!—advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes.”1
Se sugiere la siguiente oración: “Querido Dios, por favor ayúdame a descubrir el propósito que tienes para mi vida y a dedicarme al cumplimiento de este propósito para que cuando este frente a ti cara a cara, no siente que vivà en vano. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Te agradezco. En el nombre de Jesús, Amén.”
1. Lucas 12:15 (NVI).
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