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Encuentros Diarios
Diciembre 02, 2021
Una historia de Navidad
"Mas bien, cuando des a
los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha,
para que tu limosna sea en secreto. Asà tu Padre, que ve lo que se hace en
secreto, te recompensara."1
Recuerdo mi primera aventura
navideña con la abuela. Yo era solo un niño. Recuerdo haber atravesado la
ciudad en mi bicicleta para visitarla el dÃa que mi hermana mayor lanzó la
bomba: "No hay Santa Claus", se burló. ¡Todos lo saben!"
Mi abuela hablaba muy claramente.
Huà a ella ese dÃa porque sabÃa que ella serÃa directa conmigo. SabÃa que la
abuela siempre decÃa la verdad, y sabÃa que la verdad siempre era mucho más
fácil de aceptar con uno de sus panecillos de canela "mundialmente
famosos". SabÃa que eran mundialmente famosos porque la abuela lo dijo, entonces
tenÃa que ser cierto.
La abuela estaba en casa y
los panecillos todavÃa estaban calientes. Entre bocados, le conté todo.
"¿No hay Santa Claus?", resopló... "¡RidÃculo! No lo creas. Ese
rumor ha estado circulando durante años, ¡y me vuelve loca, simplemente loca!
Ahora, ponte tu abrigo y vamos".
"¿Vamos? ¿A dónde,
abuela?" Pregunté. Ni siquiera habÃa terminado mi segundo panecillo de
canela de fama mundial.
El “donde" resultó ser
la tienda general Kerby's, la única tienda en la ciudad que tenÃa un poco de
casi todo. Mientras cruzábamos sus puertas, la abuela me entregó diez dólares.
Eso era bastante en aquellos dÃas. "Toma este dinero", dijo, "y
compra algo para alguien que lo necesite. Te esperaré en el auto". Luego
se volvió y salió de Kerby's.
TenÃa solo ocho años. A
menudo habÃa ido de compras con mi madre, pero nunca habÃa comprado nada solo.
Por unos momentos me quedé allÃ, confundido, agarrando ese billete de diez
dólares, preguntándome qué comprar y para quién comprarlo.
Pensé en todos los que
conocÃa: mi familia, mis amigos, mis vecinos, los niños de la escuela, las
personas que iban a mi iglesia. De repente pensé en Bobby Decker. Bobby Decker
no tenÃa abrigo. Lo sabÃa porque nunca salÃa al recreo durante el invierno. Su
madre siempre escribÃa una nota, diciéndole a la maestra que tenÃa tos, pero
todos los niños sabÃamos que Bobby Decker no tenÃa tos; no tenÃa buen abrigo.
Toqué el billete de diez dólares con creciente emoción. ¡Le comprarÃa un abrigo
a Bobby Decker!
Me decidà por una de pana
roja que tenÃa capucha. Se veÃa muy cálido, y eso le gustarÃa. "¿Es este
un regalo de Navidad para alguien?", Preguntó amablemente la señora detrás
del mostrador, mientras deposité mis diez dólares. "SÃ, señora",
respondà tÃmidamente. "Es para Bobby".
La simpática señora me
sonrió, mientras le contaba cómo Bobby realmente necesitaba un buen abrigo de
invierno. No recibà nada de cambio, pero ella puso el abrigo en una bolsa,
sonrió de nuevo y me deseó una Feliz Navidad.
Esa noche, la abuela me
ayudó a envolver el abrigo en papel navideño y cintas (una pequeña etiqueta se
cayó del abrigo y la abuela lo metió en su Biblia) y escribió: "A Bobby,
de Santa Claus" en la caja.
La abuela dijo que Santa siempre
insistió en el secreto. Luego me llevó a la casa de Bobby. Ella se estacionó en la calle de la casa de Bobby, y caminamos sin ruido y nos escondimos en los arbustos junto a su paseo
delantero. Entonces la abuela me dio un empujón. "Está bien, Santa
Claus", susurró, "ponte en marcha". Respiré hondo, corrà hacia
su puerta principal, tiré el regalo en su escalón, golpeé el timbre de su
puerta y volé de regreso a la seguridad de los arbustos y la abuela. Juntos
esperamos sin aliento en la oscuridad a que se abriera la puerta principal.
Finalmente, lo hizo, y allà estaba Bobby.
Cincuenta años no han
atenuado la emoción de esos momentos pasados temblando, junto a mi abuela, en
los arbustos de Bobby Decker. Esa noche, me di cuenta de que esos horribles
rumores sobre Santa Claus eran justo lo que la abuela decÃa que eran:
ridÃculos. Santa estaba vivo y bien, y nosotros estábamos en su equipo. TodavÃa
tengo la Biblia, con la etiqueta del abrigo escondida dentro: $ 19.95.2
Oración sugerida: Querido
Dios, fuiste el máximo ejemplo de amor y generosidad cuando enviaste a Jesús a
la tierra para nacer como un bebé. Sin este regalo tan preciado, no habrÃa
esperanza para la humanidad. Pido, especialmente en esta temporada, que me uses
para ayudar a los necesitados, no para recibir reconocimiento o ganancia
terrenal, sino para hacer brillar Tu luz tan brillante como lo hizo la noche en
que nació Jesús. Que mis palabras y acciones Te glorifiquen y honren. En el
nombre de Jesús, amén.
Mateo 6:3-4 (NVI). Autor desconocido.
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