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Encuentros Diarios
Febrero 19, 2016
Limites y codependencia, 3ra parte
Limites y codependencia, 3ra parte
“Cada cual examine su propia conducta; y si tiene algo de qué presumir, que no se compare con nadie. Que cada uno cargue con su propia responsabilidad.â€1
Una lectora de Encuentro Diario a quien llamaremos MarÃa, creció dentro de un hogar disfuncional en donde habÃa alcoholismo y abuso severo. Y ahora, de adulto, como miles de otros, ella es incapaz de decir no a sus hijos y a todos los que viene a ella por ayuda. Consecuentemente, ella batalla con una culpa falsa, se siente lastimada y molesta con la gente que la usa, y, entre otros problemas esta endeudada.
Cuando nuestras vidas están en caos, es normal sentirse deprimido y preocupado. Como lo dijo un consejero, “Cuando tenemos problemas sin resolver, Dios es misericordioso—nos da los sÃntomas. El propósito de estos sÃntomas miserables es el de motivarnos a buscar ayuda.
Asà el primer paso de MarÃa para la recuperación fue el que ella admitiera, “Tengo un problema. Necesito ayuda.â€
A muchos de nosotros nos es difÃcil decir no porque queremos que todos nos quieran (amen) y esa no es una meta realista.
La verdad es que cuando no tenemos lÃmites sanos (la capacidad de decir no), las personas nos usan porque ellos saben que lo pueden hacer y, como tal, no nos respetan, y mucho menos nos aman o quieren. El querer que todos nos quieran proviene de nuestra propia hambre de cariño (por lo general desde la niñez) y por consecuencia nuestras inseguridades. Consecuentemente, necesitamos trabajar no solo en construir unos lÃmites sanos pero también en el concepto que tenemos de nosotros mismos. De hecho, es casi imposible el mantener unos lÃmites sanos a menos también trabajemos en reconstruir un concepto sano de nosotros mismos asà como el auto respeto.
Comprendan también que cuando hacemos demasiado por los demás o hacemos cualquier cosa por alguien que ellos pueden y deben de hacerlo por sà mismos, no estamos siendo amables, sino codependientes, y estamos manteniendo a estas personas dependiendo de nosotros. Aun más, lo hacemos de forma inconsciente para llenar nuestra propia necesidad (de amor)—no la de la otra persona.
Como se lo dije a MarÃa, el reconstruir nuestro propio concepto es un reto y no lo logramos leyendo libros. Lo hacemos en las relaciones con los demás. Salimos dañados en las malas relaciones y sanamos cuando estamos en relaciones sanas. Con la intensidad de la codependencia, les pido que empiecen a cuidarse a sà mismo (esto es probablemente lo mejor que pueden hacer por ustedes y sus hijos), y vayan con un consejero cristiano. Además, entren a un grupo CODA de doce pasos (Codependientes Anónimos).
También, pida que Dios le dé una hermana del alma o un hermano del alma en quien usted pueda confiar implÃcitamente sus emociones y sus fallas, alguien que no le dará consejo, que no le dirá lo qué usted debe o no debe hacer, pero simplemente le escuchará y aceptará tal como usted es. Es solamente cuando alguien que no nos juzgará, y nos acepta y sentimos seguros con ellos y ellos nos aceptan con todo y nuestras fallas, que poco a poco empezamos a querernos y aceptarnos a través de ellos. Recuerden, también, que les tomó una cantidad X de años para llegar a ser quiénes son asà que no esperen cambiar de la noche a la mañana. El crecer y llegar a ser sanos toma mucha dedicación, determinación y trabajo arduo asà como la ayuda de Dios.
Más importante aún, asegúrense de entregar y confiar su vida y forma de ser a Dios diariamente por el resto de sus vidas. Pida que él les dé el valor de hacer frente a la verdad que necesitan ver acerca de si mismos y resolver, y que los guie hacia la ayuda que necesita para superarlo.
Se sugiere la siguiente oración: “Querido Dios, gracias por aceptarme y amarme tal como soy. Por favor ayúdame a encontrar a varias personas con las que me sienta seguro para dejar que me conozcan tal como soy tal como tú me conoces. Y a través de su amor y aceptación ayúdame a aprender a amarme y aceptarme para poder amar a los demás con un corazón puro y sin ataduras. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Te agradezco. En el nombre de Jesús, amén.â€
1. Gálatas 6:4-5 (NVI).
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