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Encuentros Diarios
Agosto 09, 2016
La Copa
“AsÃ, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el EspÃritu.â€1
He leÃdo que cuando Leonardo Da Vinci contaba con la edad de cuarenta y tres años, el Duque Ludovico de Milán le pidió que pintara una escena dramática de la última cena de Jesús con sus discÃpulos.
Trabajando lentamente y un cuidado meticuloso a los detalles, el pasó tres años en este trabajo. Agrupó a los discÃpulos en grupos de tres, dos grupos a cada lado de la figura central de Cristo. Los brazos de Cristo están extendidos. En su mano derecha, él sostiene una copa que estaba bellamente pintada con un realismo maravilloso.
Cuando terminó su obra maestra, el artista le dijo a su amigo, “Obsérvala y dame tu opinión.â€
¡Es magnÃfica! exclamó su amigo. “La copa es tan real que no puedo dejar de mirarla.â€
Inmediatamente Leonardo tomó un pincel y lo pasó sobre la copa brillante. Exclamando, “¡Nada debe de quitar la atención a la figura de Cristo!â€2
Se sugiere la siguiente oración: “Querido Dios, por favor concédeme que nada de lo que haga o diga le reste a la belleza de ver a Cristo en mi. Ayúdame siempre en todas formas a reflejarme en tu Gloria. Gracias por escuchar y responder a mis oraciones. Te agradezco. En el nombre de Jesús, amen.â€
1. 2 Corintios 3:18 (NVI). 2. Citado de la Enciclopedia de las 7700 Ilustraciones de Paul Lee Tan.
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